martes, 18 de octubre de 2016

Griseta -1-


Griseta es una joven de condición humilde que ejerce la libertad sexual (Nuevo diccionario lunfardo de José Gobello).
La palabra viene del francés grisette: obrera. Primero se llamó así a una tela gris, algo ordinaria, con la que se hacían los delantales y la ropa de trabajo que usaban esas obreras y los empleados de almacenes y talleres; de allí pasó a ser el sustantivo que las nombra.
Hacia el 1700, en Francia, se llamaba así a las bordadoras y costureras a las que les atribuían actitudes de “liviandad” o de “dejarse seducir fácilmente” (¡¿?!). La palabra pasó a ser sinónimo de “mantenida”.
En la Argentina hay un hermoso tango que las evoca y homenajea relacionándolas con las heroínas de las novelas románticas de mitad del S XIX, La Boheme, Manon Lescaut y La dama de las camelias. (Ver la entrada del 10 de diciembre de 2009 http://lapulpera.blogspot.com.ar/2009/12/literatura-y-longevidad.html).

Fueron  el resultado o consecuencia de la irrupción de la mujer en las primeras formas de trabajo organizado en pequeños talleres, típicos de los finales del feudalismo y principios de la Revolución Industrial. El poder conseguido en el trabajo y el roce social las hacía aspirar a mejores condiciones de vida y el dinero que faltaba lo conseguían intercambiando favores con burgueses, aceptando sus galanteos y sostén económico. La moda de tener una amante francesa llegó a la Argentina muchos años después, de la mano de los hijos de las familias patricias que iban a Europa a tirar manteca al techo y de las políticas migratorias de la generación del 80.
 

Ida Gruget, la “autora” de la carta de la entrada “Con el mismo cuento 42”, es una de ellas y Balzac la describe de esta forma:
La tal demoiselle era ese tipo de mujer que solo se encuentra en París. Se hace en París como el barro, como el pavimento, como…
Era aquella una griseta de París, pero la griseta en todo su esplendor; la griseta que va en coche, feliz, joven, bella, fresa pero griseta al fin y griseta con garras, con tijeras, osada como una española, gruñona como una inglesa gazmoña, que reclama sus derechos conyugales, coquetea como una gran dama, mas franca y dispuesta a todo; una verdadera leona, salida del pisito donde tantas veces soñara con las cortinas de indiana encarnada, el mueble forrado en terciopelo de Utrecht, la mesita del té, el gabinete de porcelana con asuntos pintados, la causeuse, la alfombrilla de moqueta, el reloj de alabastro… en una palabra, con todos los goces de la vida de las grisetas; la mujer de su casa, antigua griseta también, pero griseta con bigote y perilla, con las visitas al teatro, las castañas a discreción, los trajes de seda y los sombreros; en una palabra, todas las felicidades calculadas en el obrador de las modistas, menos el coche, que no aparece en los ensueños del obrador, sino como el bastón del mariscal en los del soldado raso.

Honorato de Balzac, Ferragus,  jefe de los devorantes, 1833, Obras completas, Tomo V, pág. 227. Editorial Aguilar.
. 

2 comentarios:

Marcelo dijo...

Qué buena elección, Fernando! Tangazo y temazo. Y lo que me preguntás de Don Bruto, parece inencontrable!
Un fuerte abrazo desde tu lejano Palermo...jajajajaja

Fernando Terreno dijo...

¡Gracias Marcelo!
Ya aparecerá en alguna mesa de saldos de librería de viejo.
Lo que tengo que dejar constancia acá es que el fragmento de la entrada Balzac-César Bruto está en tu blog La menor idea: www.marcelo-lamenoridea.blogspot.com.ar