jueves, 22 de septiembre de 2016

Con el mismo cuento 41 - Chateaubriand, Mansilla, Alencar

Romances de indi@s y cautiv@s en la Conquista y Colonización

Atala, 1801, Francisco Augusto Chateaubriand, (1768-1848).
Lucía Miranda, 1860, Eduarda Mansilla, (1834-1892).
Iracema, 1865, José de Alencar, (1829-1877).

Estas tres novelas históricas tienen la misma raíz dramática: los amores entre nativ@s y conquistador@s  y las complicaciones derivadas del encuentro de culturas tan distintas. No es casual que todas sean hijas de una corriente literaria –el romanticismo– que se impuso en Europa después de la Revolución Francesa  y, por otra parte, que compartan la globalizada perspectiva ideológica del poder hegemónico de las potencias conquistadoras y ayuden a conformar nuestra identidad de colonizados.  Cada una con sus propios matices, tanto más que se escribieron dos o tres siglos después de los hechos narrados.
 

Atala, princesa cristiana, hija de conquistador y de madre india de una tribu de la Luisiana, rescata al indio Chactas, preso de una tribu enemiga y le salva la vida. El indio se enamora perdidamente de la bella, pero ella ha hecho votos de castidad cristiana a su madre moribunda. Acorralada entre sus sentimientos y las promesas de castidad, elige el suicidio como salida. El veneno llega antes que la solución que el Padre Aubry, un misionero, encuentra para los amantes.

Lucía Miranda vive con su marido Sebastián Hurtado en el Fuerte Sancti Spíritu, en 1532, en la actual Santa Fe, República Argentina. Han venido con la expedición colonizadora de Gaboto –que  acaba de regresar a España– y conviven pacíficamente con los timbúes comandados por los caciques hermanos, Mangoré y Siripo. Mangoré se enamora de Lucía pero no consigue separarla del marido a pesar de regalos y atenciones. Termina perdiendo la paciencia, prendiendo fuego al Fuerte y muriendo en la acción junto con casi todos los españoles.
Los esposos quedan cautivos de Siripo que es ahora el nuevo enamorado. Tampoco consigue separarlos y ser correspondido en su amor, por lo que los condena a muerte: él muere bajo las flechas y ella en la hoguera, encomendándose ambos a Dios.

Iracema, princesa india de la tribu de los tabajaras, se enamora de Martín, colonizador portugués, al que ha herido y capturado. Él tiene amigos en una tribu enemiga y ella es una vestal que debe conservar su virginidad para servicios religiosos. El amor entre ellos puede más, huyen y tienen un hijo: Moacir. Poco después Martín abandona a su esposa y al recién nacido para pelear al lado de los potiguaras y ella muere.



La historia de Atala también se escribió como pieza teatral, en 1822, por José Fernández Madrid; un patriota colombiano que fue presidente del Triunvirato de su país en 1816. La novela originalmente escrita en francés y publicada en París en 1801, fue traducida al español el mismo año por Simón Rodríguez  –más conocido por ser el maestro de Simón Bolívar–  que firmaba con el seudónimo S. Robinson.

La de Lucía Miranda dio lugar a la primera obra de teatro Argentina: Siripo, escrita por Manuel J. de Lavardén en 1786, perdida parcialmente y de la que sólo se conserva la segunda parte. Ya en el siglo XX, la  historia fue reescrita por Hugo Wast y sirvió de argumento para una ópera de Felipe Boero.
 

Algo debe tener el tema para que con ligeras variaciones se siga utilizando hasta hoy en diferentes países de nuestra América, incluyendo una versión Disney: Pocahontas. ¿Alguien tiene alguna hipótesis para aportar?
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