domingo, 6 de marzo de 2016

Pretextos de novela


Emma Bovary y Don Quijote son claros ejemplos de que la lectura es una actividad poco saludable. Ella, con la cabeza quemada por tantas novelitas románticas, terminó suicidándose después de hacer un macanazo tras otro y el Hidalgo acabó más loco que un plumero atragantado con historias de caballería. Pero si hay un ejemplo paradigmático del tópico es Francesca da Rímini, por ser, probablemente, la primera en achacar sus padecimientos a la lectura.

La bella Francesca se casó con el Señor de Rímini, hombre  muy poderoso pero feo y repugnante. Para colmo tenía éste un hermano muy apuesto, Pablo, que se enamoró perdidamente de la cuñadita, la que a su vez le correspondió concretando ambos el romance en lujuriosos encuentros.
Cuando años después de muerta* le preguntaron la causa de haber caído en pecado, alegó que Pablo y ella se habían puesto a leer juntos la historia del Rey Arturo y al llegar a la parte en que la reina Ginebra y Lancelot se besan apasionadamente ellos hicieron lo mismo, no se pudieron contener y…
 
Al que no sé si le alcanzaron a dar estas explicaciones o, en todo caso, no las atendió fue al marido que atravesó a los dos con una sola estocada. El tipo se llamaba, casualmente,  Lanzilotto (Lancelot, en italiano) Malatesta, lo que no deja de ser una jugada negra del destino.

* Si miento es por boca de terceros. El chismoso que batió esta historia es Dante Alighieri, en La Divina Comedia, Infierno, Canto V:

“Mas dime: al tiempo de tu mal creciente,
¿cuándo y cómo los ímpetus sentiste
de ir hasta el fondo del deseo ardiente?”

Y ella exclamó: “Mayor dolor no existe
que el feliz tiempo recordar consunto,
y éste lo sabe, en la miseria triste.

Mas pues quieres principio y causa junto
saber de nuestro amor con tanto anhelo,
vas a verme llorar y hablar a un punto.

Leíamos un día por consuelo,
cómo fue Lancelot de amor herido:
solo éramos ambos, sin recelo.

Cien veces a llorar nos ha movido,
y a perder la color del libro de arte;
mas un punto nomás nos ha perdido.

Cuando a leer llegábamos la parte
do aquel bebe de amor el beso blando,
éste, que ya de mí jamás se aparte,

la boca me besó todo temblando.
Galeoto** fue el libro y aquel día,
Ya nada más leímos.” Así hablando…

** Sir Galahad, en inglés.
.

1 comentario:

juan pascualero dijo...

Si alguien no comprendiera el dolor y la angustia de desearse y no tener un cuerpo para satisfacer ese deseo (el castigo que sufrían Palo y Francesca) bastaría con escuchar Francesca da Rimini de Tschaicowsky.
P. D. Se recomienda pañuelo.