domingo, 1 de noviembre de 2015

La tipografía

Un documento chino del año 871 es el impreso más antiguo hallado hasta ahora. Hay intentos posteriores y rudimentarios, pero es natural que esta técnica haya empezado entre quienes dominaban la fabricación de papel.
Las máquinas de imprimir se desarrollaron, en diferentes lugares, más o menos para la misma época (como ocurrió con tantos otros descubrimientos, consecuencia del estado de la tecnología relacionada con ellos) pero, la que Gutemberg creó allá por 1440 ha quedado oficializada como “la primera”. Varias razones avalan ese bien ganado galardón: el invento de los “tipos móviles” (letras), el uso de prensas de rezago originalmente usadas para hacer vino (tarea mucho más exigente) y el éxito fácil de los dos primeros títulos (un misal y la Biblia) elegidos con la clientela asegurada.


Un verdadero mundo aparte -asociado a la imprenta- es el de los tipos y las variantes tipográficas que se fueron desarrollando con el tiempo. Los primeros copiaban los trazos de la caligrafía de los copistas y de allí que se impusieran los “tipos góticos” que hasta mediados del siglo pasado todavía se seguían ensenando en las escuelas primarias de América del sur.
Más adelante se empezaron a incorporar nuevos modelos, variantes que reforzaban cualidades de la escritura resultante de acuerdo a objetivos de facilidad de lectura, elegancia, visibilidad o simplemente el gusto de diseñadores y lectores. Siempre, por supuesto, dentro de los tipos de plomo fundido que usaban los tipógrafos, acomodándolos en planchas o cajas, manualmente y más tarde con la ayuda de una máquina: la linotipo.


Las “impresiones virtuales”, consecuencia de la digitalización de la información y del uso de computadoras, produjeron una explosión del número de “tipos y tamaños”. Estas “fuentes” forman “grupos” y “familias” algunas de las cuales tienen en común modelos originalmente usados en los viejos tiempos de las prensas con tipos móviles de plomo y otros que son fruto exclusivo de la capacidad artística de nuevos diseñadores.
Curiosa y singular, la tipografía ha sido capaz de adaptarse a tiempos y tecnologías, empezando por escribas, calígrafos y copistas; pasando por la imprenta y llegando a los tiempos de la información digital.


Nicholaus Jenson y Claude Garamond en los siglos 15 y 16; W. Caslon, Firmin Didot y John Baskerville en el 18 dejaron marcas que llegan hasta nuestros días.  Stanley Morrison (en colaboración con Victor Lardent) crearon en el 19, para el diario TheTimes, nuestra conocida Times New Roman –en la que se escriben casi todos los artículos de este blog–.
En el S 20, los suizos Eric Gill (Gill y Perpetua) y Max Miedinger con la Helvética de 1957 y el alemán Hermann Zapf con su Palatino serif  de 1948 también hicieron historia. Esta última, elegante y de fácil lectura (es una derivación de la Times) lleva ese nombre en honor de Giovanni Battista Palatino, famoso calígrafo italiano del S 16 que hizo un catálogo de todas las existentes hasta 1540. Las serifas son esos remates en pies o colitas como las de estas “P”, “A” y “V”. Ayudan a la lectura evitando ciertas dudas y, especialmente, dan la ilusión de que hubiera un renglón donde no lo hay.


Vale la pena poner el procesador de texto en la computadora y dar un paseo por las distintas fuentes disponibles. Hay para todos los gustos. Que las disfruten.
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