martes, 30 de julio de 2013

Poner los cuernos - final


Con relación al Rey Minos, su esposa Pasifae se enamoró (entre otros) de un toro y pidió ayuda a Dédalo. Este le construyó una vaca de madera, hueca, y la revistió con cuero. Pasifae abría una puerta construida al efecto y se colocaba allí de modo que el toro pudiera montarla y ambos concretar su deseo. Otros dicen que el enamorado tenía la fuerza de un toro pero no era un toro precisamente.
En La Pulpera ya hemos hablado del tema. Fue en la entrada Teseo y el Minotauro – versión cordobesa que los interesados pueden ver acá:
http://lapulpera.blogspot.com.ar/2011/05/teseo-y-el-minotauro-version-cordobesa.html

También Fernando de Rojas, tal como nos adelantara en ocasión de aquella entrada la querida lectora Estela Ojeda, lo dejó por escrito, en 1499, en La Celestina. Los rumores sobre la conducta de Pasifae, la esposa del Rey Minos, están en este fragmento de una charla entre Calixto y su criado Sempronio. Como se ve allí, el asunto andaba entre los cuernos del toro y la zoofilia.

SEMPRONIO: - …desesperas de alcanzar una mujer, muchas de las cuales se sometieron a los pechos e rebollos de viles azemilleros e otras a brutos animales. ¿No has leído  de Pasifae con el toro, de Minerva con el can?
CALIXTO: - No lo creo, hablillas son.
SEMPRONIO: - Lo de tu abuela con el ximio ¿hablilla fue? Testigo es el cuchillo de tu abuelo.
CALIXTO: - Maldito sea este necio. ¡e qué porradas dice!

Otro que se hizo eco fue Robert Graves, en Los mitos griegos (88-Minos y sus hermanos):
Minos consultó un oráculo para saber cuál era la mejor manera de evitar el escándalo y ocultar la desgracia de Pasifae. La respuesta fue “¡Da instrucciones a Dédalo para que te construya un retiro en Cnosos!” Así nació el laberinto.


También Minos le pagaba con la misma moneda y son famosas sus infidelidades. Pasifae, que era una muñeca brava, le hizo un conjuro maléfico: Cada vez que te acuestes con otra mujer no eyacularás semen sino serpientes venenosas (89-Los amores de Minos). Así que el pobre, además de llevar los cuernos, empezó a tener problemas para concretar sus propias aventuras.


El tema de “poner los cuernos” viene de la antigua Grecia donde había una galería de criaturas mitológicas asociadas al apetito sexual: los sátiros. Los pintores los representaron con cuernos y con el miembro viril erecto. Andaban por los bosques y las montañas, como parte del séquito de los dioses Pan y Dionisio, y atacaban a cuanta doncella (y varones también) encontraban apetecible.
De las andanzas de Pan asustando señoritas, ha quedado constancia en la lengua en la palabra pánico.
En Roma, los sátiros pasaron a confundirse con los faunos, que también se representaban con cuernos, largas cabelleras y cola de chivo. Es posible que la asociación con el toro se deba a la fuerza de estos y la de los cuernos con el falo es evidente. Lo mismo con relación a los machos cabríos, más abundantes que los toros en algunas zonas de Italia y el Mediterráneo.

En todas las culturas hay mitos y leyendas asociados a personajes legendarios que atacan a mujeres jóvenes y las dejan embarazadas. A medida que la civilización fue evolucionando han ido perdiendo los cuernos pero no la función. En el noreste argentino está el pombero (de formas totalmente humanas) que ataca y embaraza a las mujeres a la hora de la siesta. Y en Venezuela, la evolución toma su máximo nivel de sutileza: es el viento el embarazador, como podemos ver en esta hermosa canción que canta Cecilia Todd y pueden escuchar acá:
 
Acá surge una cuestión interesante. Los “cuernos”, que generalmente estuvieron asociados al embarazo, en algún momento se independizan de la procreación y siguen su propio camino. Esta canción de Georges Brassens en una bella muestra:
FIN
Las ilustraciones de arriba y de abajo son de los brillantes Manel Fontdevila (España) y Alfredo Martirena (Cuba). Desconozco al autor de la del sueño de Pasifae.
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sábado, 27 de julio de 2013

Poner los cuernos


No es lindo contar habladurías de nadie, ni tampoco andar demoliendo ídolos, pero nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio: los primeros cornudos que registra la historia fueron Ulises y el Rey Minos.

La historia oficial de Ulises (Odiseo para los griegos) dice que, finalizada la guerra de Troya, el héroe emprende el regreso a casa mientras va sufriendo una demora tras otra. Penélope aguarda en Ítaca el regreso de su marido acosada por numerosos pretendientes. Para mantenerlos a raya (pero interesados…) les dice que tiene que terminar de tejer un sudario para cuando muera su suegro Laertes y que recién entonces elegirá nuevo marido. Mientras tanto le da largas al tema destejiendo de noche lo que avanza de día (supuestamente esperando el demorado regreso de Ulises). Esta es la versión romántica de la historia según cuenta Homero en La Odisea, pero parece que no fue tan así.

El asunto entre Penélope y Ulises no fue sólo un tema de tejer y destejer, la cosa venía ladeada desde antes. Y no es que lo diga yo por querer contrariar la versión oficial. Son varios lo que conocían la cuestión y desde hace mucho tiempo.
Sebastián de Covarrubias, en su Tesoro de la lengua Castellana o Española de 1671 dice que “Poner los cuernos tomó ocasión de lo que se cuenta de Mercurio (Hermes para los griegos), que en figura de cabrón tuvo ayuntamiento con Penélope, mujer de Ulises; del cual nació el dios Pan con cuernos”.
Alberto Moravia, en su novela El desprecio de 1954, postula algo parecido. El tipo se habría tomado el buque y embarcado en la Guerra contra Troya, con tal de no ver lo que hacía su mujer, que no sólo tenía acercamientos con Mercurio (que era un dios) sino con otros mortales (y los comentarios en el barrio eran inaguantables.)

También dice que, terminada la guerra, Ulises teme enfrentar la situación, volver a Ítaca junto a su mujer y empieza a dar vueltas y más vueltas complicando adrede su viaje de regreso (Escila y Caribdis, Calipso y los feacios, Eolo y los vientos, Polifemo, Circe, El Hades…) Cualquier pretexto le resulta bueno para demorarse un año aquí, dos allá, etcétera. No es el espíritu de aventuras lo que lo guía sino la reticencia a aceptar la incómoda situación de la que había huido años antes y deberá afrontar nuevamente a su llegada. Si fuera cierto que sólo pensaba en Penélope, se pregunta, ¿por qué la traiciona cada vez que se le presenta la ocasión? La respuesta es: sólo para pagarle con la misma moneda con que ella lo había despreciado.

Sin dudas es más linda y romántica la versión de Homero que, o no estaba al tanto o miraba para otro lado (en sentido metafórico, dado que era ciego). Todo allí es hermoso y lo sería todavía más si no supiéramos lo que Homero significa: “hijo de rehenes” y “el que no ve”.
Esto último sí que es verdaderamente cierto: ojos que no ven, corazón que no siente.



Continuará…
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martes, 23 de julio de 2013

No es verdad, pero todos lo creemos -1-

Lo verosímil se impone a lo verdadero por muy fantasioso que sea. Debe haber muchas razones para esto: nos gustan los finales felices, la realidad es demasiado dura para soportarla durante toda la vida, somos seres fáciles de manipular, preferimos las cosas simples a las complejas. Es lo que resume tan bien el dicho italiano: Se non é vero, é ben trovato.

La Pulpera inicia una serie sobre este tópico con dos verdades consagradas que no están establecidas sobre certezas o admiten, al menos, otra mirada.

 
Las últimas palabras de César

Para todo el mundo, las últimas palabras de Julio César antes de ser asesinado fueron:
-¿Tu también Bruto, hijo mío?
Y, en consecuencia, damos por sentado que el asesino fue el tal Bruto y que el emperador se dio tiempo para una frase final piadosa y digna del bronce.

César murió en el senado romano de numerosas puñaladas que le dieron los partidarios de una facción, en la que había muchos senadores que se le oponían, entre ellos, Cayo Casio, Metelo Címber, Decio Bruto y Marco Bruto, que no eran hijos suyos. Hay discordancia entre los historiadores sobre si murió en silencio (Plutarco) o dijo algo (Suetonio), pero ambos escribieron sobre el punto más de cien años después.
 

La frase inmortalizada es de una obra de teatro: Julio César (Acto III Escena 1ª ) de William Shakespeare:
CÉSAR.- ¡Tú también, Bruto!... ¡Muere, pues, César! (Cae muerto)

El agregado “hijo mío” es una ampliación libre de algún traductor y parece que tuvo aceptación, porque se impuso hasta nuestros días. (A ver si alguien le avisa a Freud y termina descubriendo que algún hijo ha querido matar al padre a lo largo de la historia…)
No importa lo que haya dicho, el gran inglés encontró palabras tan adecuadas que ya nadie podrá convencernos de otra cosa.

El premio Pulitzer
Premio a la excelencia en periodismo, literatura y música, todos lo tenemos asociado a algo prestigioso y al periodismo como sagrada defensa de nuestra libertad. Los entrega anualmente, desde 1917, la Universidad de Columbia y han sido galardonados grandes escritores y personalidades de la cultura. En las categorías periodísticas solo pueden presentarse trabajos hechos en diarios con sede en EEUU.

Sin embargo, llama la atención que el orgullo por ese reconocimiento no sea menguado por llevar el nombre de alguien que fue pionero del periodismo amarillo, de las primeras “operaciones de prensa” y de la difusión de mentiras que condujeron a su país a la guerra.
Sin reparos a los méritos de los premiados, no deja de resultar paradójico que un premio a la excelencia periodística lleve el nombre de un canalla del periodismo. Sería como si el premio a la Paz se llamara Adolfo Hitler o el premio de la Sociedad de Cirugía se denominara Jack, el destripador.


Joseph Pulitzer compró un diario quebrado, el New York World y lo levantó a fuerza de noticias sensacionalistas. El periodismo amarillo -la difusión de noticias de baja estofa- tomó su nombre de él, por una historieta en colores, The Yellow Kid, que publicaba. William Randolph Hearst, su competidor en el mundo periodístico terminó robándole al autor de la tira que pasó a salir en el Journal.  Pero la mayor víctima de esa disputa fue la opinión pública ya que ambos diarios pasaron a competir inventando, disfrazando o distorsionando las  noticias y cambiando el objetivo de informar por el de vender. En ese sentido Joseph Pulitzer fue pionero en eso de convertir al periodismo y a los medios de difusión en lo poco creíbles que son actualmente.
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sábado, 20 de julio de 2013

Edgard Allan Poe y Horacio Quiroga - El crimen por su autor

Con el mismo cuento -10 -
El tonel de amontillado (1846), El tonel de amontillado (1901) y El crimen del otro (1904)
Edgard Allan Poe y Horacio Quiroga 
 

En El tonel de amontillado de Poe, Fortunato insulta a Montresor y este, con paciencia, se venga duramente. Lo atrae al sótano de su palacio diciéndole que ha comprado un barril de vino pero que duda si es un amontillado o un jerez. Fortunato, que se las da de conocedor, se ofrece para catarlo y dar su veredicto. Camino al tonel se va emborrachando y de este modo facilita que Montresor, en forma inesperada, lo encadene y lo…

 
El de Quiroga, del mismo nombre, es una parodia del anterior, en la que el autor juega con una inversión de la situación. El narrador está sentado junto a Fortunato, que le cuenta como zafó de su incómoda situación y del intento de Montresor, pudo agarrarlo y hacerlo …
La intención de Quiroga se explicita desde el vamos, en la repetición del título y en el hecho de que los dos cuentos comparten los mismos personajes.

La admiración que Quiroga tenía por Poe llega a su culminación en El crimen del otro. En el segundo párrafo pasa lista a los cuentos que adoraba: Ligeia, La carta robada, Berenice, El caso del señor Valdemar, Los crímenes de la calle Morgue y, por supuesto, El tonel de amontillado y dice: “Poe era en aquella época el único autor que yo leía. Ese maldito loco había llegado a dominarme por completo”.
A pesar de ser de sus comienzos como escritor, es mucho más que un homenaje y una doble parodia a su admirado: es un fino análisis de los procesos de la escritura. Allí ya muestra claramente que para escribir bien, primero hay que leer bien, descubrir la estructura y entenderla para, recién allí, largarse a escribir. El narrador le cuenta al lector una historia de la cual es también protagonista. Una parte de los diálogos los tiene con el otro protagonista (que se llama Fortunato) y la otra con el lector. En ocasiones hablan entre ellos (el protagonista y Fortunato) del otro Fortunato, el de Poe. En un dado momento uno conversa con Poe y Fortunato con Fortunato. Dicho de otro modo, hay un Fortunato “real” que habla con el Fortunato “de ficción”; una graciosa manera de mostrar al lector que nada es lo que parece, cuando de escritura se trata.
También ocupan una buena parte del cuento las divagaciones sobre la locura y su relación con la muerte y la creación artística, un tema que fue una de sus obsesiones durante toda su vida.


El tonel de amontillado se puede leer acá:
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/el_tonel_de_amontillado.htm

El crimen del otro acá:
http://www.medellin.edu.co/sites/Educativo/repositorio%20de%20recursos/Quiroga_Horacio-El%20Crimen%20Del%20Otro.pdf

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domingo, 14 de julio de 2013

Frases de película - 15 - El nombre (Le prénom)


El nombre (Le prenóm), Francia, Bélgica, 109 min, 2012, guión y dirección: Alexandre de La Patellière y Mathieu Delaporte

Durante una cena entre amigos, para celebrar que Anna y Vincent esperan un hijo, la elección del nombre de la criatura dispara una profunda discusión. La batalla lingüística que se desata es lo mejor de la película y sirve de partida para una comedia de enredos muy divertida. Asuntos sin importancia, y otros fundamentales, dan lugar a la aparición de viejos rencores, prejuicios y reproches, que rondan entre la tragicomedia y la desmesura. Está basada en una obra de teatro del mismo nombre.


Vincent (Patrick Bruel):  Adolphe.
Pierre (Charles Berling): – ¡No vas a llamarlo Adolphe!
V: – Sí. Como el personaje de la novela de Benjamin Constant.
Claude (Guillaume de Tonquedec): – No puedes llamarlo Adolphe.
P: ¡Llamar a tu hijo como Hitler!
V: – ¡Precisamente como Hitler no! Sabes perfectamente que el Adolf de Hitler es con “f”. Mi Adolphe es con “phe”, el francés.
………
V: ¿Dices que Adolf fue Adolf porque se llamaba Adolf ?
C: – Para la gente ya no existe Adolphe. Existe Adolf.
V: – ¿Lo que importa es lo que la gente piensa?
P: – Exacto. Es un imperativo categórico. Un principio moral justo.
V: – ¿y si no estoy de acuerdo?
P: – Leé a Kant. … Ponerle ese nombre es apología del crimen.
Elizabeth (Valerie Benguigui): – ¿Por qué no le ponen José, que es un nombre clásico?
V: – Imposible, hubo un José Stalin. Tampoco podemos ponerle Benito, Francisco, Augusto, Paul…
C: – ¿Paul…?
V: – ¡Pol Pot! 3 millones de muertos. Ya sé, no se escribe igual.  Petain nos mata a los Felipes… Jack, tampoco…
E: – ¿Jack…?
V: – El destripador, si. Carlos, tampoco. El terrorista… ¿Cuál es el límite de muertos para suprimir un nombre?

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jueves, 11 de julio de 2013

Freud andino y otras coplas para bagualear


Acá van unas coplas, recopiladas de diversas fuentes, entre las que prima la picardía. Las dos finales, en especial la última, son una prueba irrefutable de que Sigmund Freud habrá nacido en Tacuarembó pero se crió en Purmamarca y en la Quebrada de Humahuaca.

1
La mujer que quiere a dos,
no es tonta sino advertida
Si una vela se le apaga,
le queda la otra encendida.

2
Casada quisiera estar,
casada por un ratito.
Casada toda la vida,
eso sí no lo permito.


3
La mujer que a mí me gusta
está de novia o casada.
Si soy ladrón es por culpa
de la propiedad privada.

4
Dios hizo primero al hombre
y después a la mujer,
porque solo el pobrecito
no sabía lo qué hacer.


5
Decile no, mi chinita
al muchacho rubio aquel,
vos sos demasiado chica
y él, de tu prima Raquel.

6  (Electra en Tilcara)
No es el hombre para vos,
andá dejándolo ya.
Me gustaba a mí también
cuando lo hice tu papá.

7 (Edipo en La Quiaca)
La mujer a mí me gusta
porque de ellas he nacido.
¡Cómo no me va a gustar
entrar por donde he salido!

Escuchadas a: Mariana Carrizo (1, 2); Osvaldo Gallone (3); Atahualpa Yupanqui (4) y Tomás Lipán (5, 7).

 
Las ilustraciones son de Bob Row y de Michel Sauval
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lunes, 8 de julio de 2013

Frases de película -14 - César debe morir - Julia

César debe morir - Julia

 

César debe morir (Cesare deve morire), Italia, 2012, 76 min., Paolo y Vittorio Taviani.

Adivino (Franco Carusone)  – ¡César! ¡César! Entre la gloria y los fastos, cuídate de los idus de marzo.
César (Giovani Arcuri)  – ¿Qué quiere este de mi?
Bruto (Sasà Striano) – Es un mago, un adivino.
Adivino (fuera del libreto de Shakespeare, se dirige al director Fabio Cavalli) – Fabio, en mi pueblo los adivinos son todos locos. ¿Lo hago así?
Fabio – Sí, adelante.

Casio (Cósimo Rega) – Roma, ciudad sin vergüenza. (De inmediato, saliendo del papel y dirigiéndose a sí mismo, a su compañero Striano que está haciendo el rol de Bruto y al director) Como tú, Napoli mía. Te has convertido en una ciudad sin vergüenza. Disculpáme Fabio, para mí, esta parte es como si Shakespeare hubiera vivido en las calles de mi ciudad.

Bruto (Sasà Striano) – Esto no es un asesinato, es un sacrificio.


Los hermanos Taviani filman la preparación y la puesta en escena de Julio César, de William Shakespeare, realizada en la cárcel de alta seguridad de Rebibbia - Italia, por el grupo de teatro de los presos dirigidos por Fabio Cavalli.
La película le escapa al teatro filmado dando prioridad al trabajo del libro y sus conexiones con la vida de los presos en la cárcel. Los directores permiten las múltiples lecturas que ellos van haciendo en el trabajo previo. Un párrafo aparte merece la decisión de hacer hablar a cada uno de los actores en su propio dialecto: es un hallazgo que, lejos de chocar con el texto, le da carnadura y lo hace ganar en intensidad.
El drama de Shakespeare se potencia al entrelazarse con la situación personal de los actores. Los conjurados reciben el castigo de la derrota superpuesto al cumplimiento de sus propias condenas. El mismo César, a la vez que representa su majestuoso poder, vive la más absoluta restricción a su libertad. El resultado es de gran intensidad, puesto que el gran aplauso final, que disipa todo equívoco y deja claro que se trata de una representación, da paso al retorno de los protagonistas a las celdas, lo que los vuelve a colocar en la posición de reales condenados que tenían en la obra.
Ganó el Oso de Oro en Berlín 2012


Julia, EEUU, 1977, 116 min., Fred Zinnemann.

Lillian Hellman (Jane Fonda)  La pintura vieja en un lienzo, a medida que envejece, a veces se vuelve transparente. Cuando eso ocurre, en algunos cuadros, es posible ver las pinceladas originales. Eso se llama "pentimento", porque el pintor se arrepintió, cambió de parecer...

Dashiell Hammett (Jason Robards)  Es sólo fama, Lilly. Si quieres comprarte un abrigo de marta, cómpratelo. Pero recuerda, no tiene nada que ver con escribir.

Julia (Vanessa Redgrave) Tienes miedo de tener miedo.

Johann (Maximillian Schell) –Seré breve. Tenemos tan poco tiempo y hay tanto por hacer.

Penúltima película del director de A la hora señalada y De aquí a la eternidad basada en la autobiografía de la escritora L. Hellman.  A la par de su amistad con Julia ,se narran los turbulentos años del período entre guerras en especial el ascenso y consolidación del nazismo en europa. La reconstrucción de época y el clima opresivo son impecables. En esta película hizo su debut cinematográfico la actriz Meryl Streep. La excelente Vanessa Redgrave obtuvo un merecido Oscar (a la mejor actriz secundaria) por su actuación como Julia.

Maximilian Schell, en el papel de Johann, pronuncia la frase resaltada en negrita, que se haría famosa al ser repetida por Jack Nicholson en:
Batman, EEUU, 1989, 121 min., Tim Burton
Guasón (Jack Nicholson): - …Hay tan poco tiempo y tanto para hacer (So much to do and so little time).

Gracias a Guille Akainik  por  este dato.

Gracias a Alfredo Li Gotti y a Cristian,  por "Julia".
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martes, 2 de julio de 2013

Razones para NO leer novelas - Clases de literatura por $ 200


Continuamos las clases de literatura, esta vez con el aporte de otro granito de arena a nuestra campaña contra la lectura que iniciamos con:
¡Abajo la lectura! - 7 de diciembre de 2011
http://lapulpera.blogspot.com.ar/2011/12/abajo-la-lectura.html
y seguimos en:
¡abajO la leptura! – Humor  -  14 de marzo de 2013
http://lapulpera.blogspot.com.ar/2013/03/abajo-la-lebtura-humor.html

Uno de los primeros en llamar novela a algunos textos suyos fue Cervantes. En el medio de la escritura del Quijote -que relataba cosas importantes, “historias” o “andanzas”- se dio tiempo para escribir unos relatos cortos a los que llamó Novelas ejemplares. El nombre novella (diminutivo femenino de novus) ya lo había usado Bocaccio en Italia, y se considera que las primeras novelle de occidente se escribieron en latín durante el imperio romano
Novela viene de nuevo, de novedad. Y ya sabemos lo que sucede, generalmente, con lo novedoso: dura menos que un lirio. La propia palabra, en su ingenuidad, nos está advirtiendo, desde el vamos, que estamos a punto de cometer un desatino, que tenemos una probabilidad muy alta de tragarnos una cosa efímera y perder un tiempo precioso.

Si los lectores que nos precedieron se hubieran dedicado a leer a los “nuevos novelistas” de sus épocas (o a sus “nuevas novelas”), en nueve de cada diez intentos se hubieran topado con una larga lista de autores que, gracias a dios, se perdieron en la noche de los tiempos.
Los antiguos, por ejemplo, antes de llegar a un Platón o a un Sófocles se hubieran tenido que fumar a Tirón de Orechies, a Teotocles (y a una tía suya que también escribía), a Isa B. Lusalendus, a Painfulo de Cigotos y a Infladorius Ovariotis; a los que por suerte ya nadie recuerda.
Hasta decantar a Dante, Cervantes, Shakespeare y Lope, enturbiaban la literatura de sus tiempos Bartolomeo de la Rúa, George Brushes –con sus Tractatus Destructoris-, el Conde Lanator, Sarko Berluschini, Francisco Torquematti, Zafo de Casualitté, Ludovico de Siquirru, Arie Paluchot y Castruccio Castracane, entre otros de cuyas obras –gracias ángeles del cielo que nos dan esta alegría- nada queda.

El lector, seguramente está adivinando lo que queremos, humildemente, decir: a pesar de estar rodeados de una pléyade de grandes novelistas es muy posible que no podamos hacer contacto con ellos y nos tengamos que comer todas las novedades editoriales incluyendo cosas como cincuenta veces cincuenta sombrías historietas o best sellers como uno que anda por ahí con el significativo título de: En busca del olvido.
Usted ya lo sabía de antes, si lo que está leyendo es un boom, lo más probable es que en esa explosión le toque el papel de víctima (sí, claro, hay excepciones…).

De modo que, si quiere zafar, NO lea novelas. Absténgase hasta donde pueda.
En caso de que sea usted un adicto y no pueda estar sin leer, lea sólo “novelas viejas” (es decir "viejelas"). Eso y no otra cosa son los clásicos, a pesar de la aparente contradicción: “novedades viejas”, cosas probadas y con garantía.
Ya lo dijo el gran Miguel de Unamuno: “Para novedades, los clásicos.” ¿O era Azorín? ¿O era Miguel Brindisi? ("Para Huracán todos son clásicos.") 
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