lunes, 26 de marzo de 2012

El sermón de La Victoria

El sermón de La Victoria
Eduardo Belgrano Rawson acaba de publicar una novela que transcurre en San Luis, donde los personajes de ficción se mezclan con personajes reales a los que se puede identificar (los que han pasado por allí), pero que son iguales a los de tantos otros lugares, cualquiera sea el país al que pertenezcan, donde la corrupción está enquistada desde hace décadas.

La descripción del infierno provinciano gira alrededor de un joven que, por un delito que no cometió, va a parar a la cárcel llamada con el mismo nombre de un prostíbulo: La Victoria. Allí daba los sermones del título un obispo corrupto que, si la memoria no me falla, es el mismo que protagoniza de la anécdota que sigue.
Guillermo Saccomanno ha escrito una nota en Página12 muy interesante sobre la novela:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-7770-2012-03-18.html

Eduardo Belgrano Rawson, El sermón de La Victoria, 2012, Planeta

Los forros del Obispo
Allá por 1985 se vivía en San Luis un momento de alegría y reparación, apoyado en el retorno de la democracia y en la instalación de fábricas e industrias al amparo de una Ley de Promoción Industrial.
Una de las primeras en radicarse fue REFRISA, una autopartista filial de la capitalina Embragues WOBRON, cuyo dueño, Julio Broner, era un empresario de la burguesía nacional y dirigente de la CGE (Confederación Gremial Empresaria) que vivía en Venezuela a donde se había exiliado durante la dictadura.
A principios de año la fábrica estuvo lista y comenzó la puesta en marcha con las pruebas de fabricación de sus productos: pastillas de freno y de otros componentes, en especial diafragmas elásticos y discos de fricción, conocidos como forros de embrague.

Finalmente llegó el día de la inauguración y una numerosa concurrencia, obreros, constructores, directivos, autoridades y fuerzas vivas aguardaba con diferentes expectativas el comienzo de la ceremonia. Ya estaban los más altos directivos de la empresa departiendo hacía rato con las autoridades provinciales encabezadas por el propio Gobernador de la Provincia Adolfo Rodríguez Sáa y varios de sus ministros, pero el inicio se demoraba porque el Obispo no llegaba. Rato después llegó un sacerdote de menor rango lo que confirmaba el secreto que circulaba a voces: monseñor Rodolfo Laise no quería convalidar con su presencia la construcción de una fábrica cuyo propietario era judío y cuya posición ideológica deploraba. Monseñor, un obispo goloso, pederasta y retrógrado hubiera preferido, seguramente, una invitación a cualquier ritual de la inquisición antes de tener que bendecir algún signo de progreso.

En esas circunstancias el Gerente General de la empresa dio comienzo a su discurso con el consabido saludo a las autoridades presentes.
- Su Excelencia… , Señor Jefe de …, Señor Presidente del Superior…
Cuando llegó al final de la lista, se paró, hizo un silencio en el medio del rumor que crecía y continuó:
-Como no ha venido quiero dar una dispensa especial al Señor Obispo porque entiendo perfectamente que este no es lugar más adecuado para él, dado que se trata de una fábrica que produce forros, diafragmas y pastillas .
A todos los demás, gracias por venir, por acompañarnos y por su apoyo a nuestra tarea que, esencialmente, consiste en producir bienes y trabajo.

Los aplausos y las carcajadas duraron más que los sándwiches.
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domingo, 18 de marzo de 2012

Cuentos de parejas 2 - Humor


1 Aritos
En la oficina, un compañero de trabajo observa que otro, que siempre había sido muy conservador en su comportamiento, estaba usando aritos y le pregunta:
- No sabía que estabas en esa onda.
Y él le contesta:
- Bueno, no es gran cosa, son sólo unos aritos.
- ¿Y desde cuando vos usás aritos?
- ¡Desde que mi mujer encontró uno en mi auto!

2 Mucama celosa
La dueña de casa a la mucama:
- No sabés, acabo de enterarme que el turro de mi marido sale todos los días con su secretaria.
- ¡No lo creo señora! Usted me lo dice para darme celos…

3 Sabiduría oriental
Una mujer pregunta:
-Maestro, no entiendo por qué si un hombre hace el amor con varias mujeres, tiene fama de campeón. Pero si una mujer hace el amor con varios hombres tiene fama de puta. ¿No es injusto eso?
El Maestro le responde:
-Haz un esfuerzo y piensa. Una llave que abre varias cerraduras es una llave "maestra", digna de aprecio. Pero si una cerradura puede ser abierta con varias llaves diferentes... no sirve para nada.

4 Comentarios
Una amiga le comenta a otra:
-El marido de Pepa es un bombón…
- ¿Es lindo?
- No, es negro, redondo y lleno de licor.

5 Tratamiento
La señora está terminando una sesión con el psicólogo que le dice:
-La semana que viene trabajaremos con el inconsciente.
A lo que ella responde:
-No creo que mi marido quiera venir.

Los cuentos 1 y 2 me los mandó Lidia “Lola” Méndez.
El cuento 3, un tanto machista, Jorge Latzke B. A las interesadas puedo pasarles su dirección para que le den un escarmiento. Pero, quisiera que parezca un accidente.
El 4 me lo mandó Kiko G. y el 5 Norma P.
Todos los reclamos son para ellos y los aplausos, si los hubiera, para el recopilador.
La ilustración de arriba es de CAN, la del medio de XEMA (tomada de la página www.chorradasdeldia.com) y desconozco el autor de la foto de abajo.

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miércoles, 14 de marzo de 2012

El fin de la alquimia

De Lavoisier a Cervantes
Vimos en la entrada anterior que muchos trabajos y circunstancias se conjugaron hacia 1790 (finales del siglo XVIII) para decretar la muerte de la alquimia y de los “elementos” aristotélicos. Y que fue Lavoisier el que culminó el proceso que acabó con ella y dio un nuevo estatuto a la Química al aplicar la experimentación y el método científico en sus trabajos.
Curiosamente este paso, que llevó más de 2000 años, fue anticipado 100 años por otra disciplina: la filosofía.

Descartes
(1596-1650) y John Locke (1632-1704, en su Ensayo sobre el conocimiento humano, 1690) empezaron a restaurar la idea de una estructura corpuscular de la materia y a rescatar las ideas de Demócrito y Epicuro desestimadas y mandadas al olvido por las de Aristóteles y su Academia. El trabajo de estos filósofos allanó el camino para sacarse el lastre de los “cuatro elementos” aristotélicos y el de su armonías y afinidades casi humanas.

Robert Boyle (1627-1691, en su El químico escéptico de 1661) comentaba con relación al concepto de los alquimistas que identificaban la tendencia a reaccionar entre ciertos materiales con los sentimientos afectivos entre personas humanas: “Considero que la amistad y la enemistad son atributos de los seres inteligentes, y no encuentro a nadie que explique razonablemente cómo los cuerpos inanimados pueden presentar estos apetitos”

Pero hubieron otros que se adelantaron 200 años en desenmascarar a los alquimistas y ponerlos en su lugar, el de charlatanes y estafadores: los escritores y los dramaturgos.

“Quitóse, en esto, una cadena de vueltas menudas del cuello y diósela a Monipodio, que al color y al peso vio que no era de alquimia”
Miguel de Cervantes (1547-1616), Rinconete y Cortadillo (1613)
La principal actividad metalúrgica de los alquimistas era hacer aleaciones “símil” oro o plata para hacer monedas o joyas falsas y Cervantes lo tenía bien claro.

El dramaturgo inglés Ben Jonson (1572-1637) escribió la comedia El Alquimista (1610), cuyo argumento gira alrededor de los embustes que organizan un mago y alquimista, una mujer y el sirviente a cargo de una casa cuyo dueño la abandona por temor a la peste. “Mucha gente embaucaron echando suertes, diciendo la buenaventura, alcahueteando con la piedra filosofal, hasta que ella y ellos y todas sus artes se deshicieron en humo”. Al final, regresa el dueño de casa y los mejicanea poniéndose de acuerdo con su sirviente.

Si bien es cierto que cada disciplina abordó el problema de diferentes maneras, con rigor y responsabilidades muy distintas, no lo es menos que, una vez más, la literatura se adelantó a descubrimientos y teorías que se consolidaron más adelante.
FIN


Para el que interese el tema, acá van unos fragmentos de la obra de Ben Jonson:

Subtle (Sutil, el alquimista) –Pues, ¿qué habéis observado en nuestro arte, señor, que os parece tan imposible?
Surly (Segurito, una posible víctima que desconfía) –Vuestro trabajo nomás. ¡Pensáis empollar oro en un horno lo mismo que en Egipto empollan huevos!

Tribulación (un cura hipócrita). –Desde luego; pero, esperad. Este acto de acuñar moneda ¿es legal?
Ananías (diácono de Londres). – ¡Legal! No reconocemos magistrado ninguno. Y aunque lo hiciéramos, se trata de moneda extranjera.
Subtle (Sutil, el alquimista) –No es acuñar , señor. No es más que fundir.

Subtle (Sutil, el alquimista) –De esta agua aérea aceitosa se engendra el mercurio; el azufre o sulfuro de la parte crasa y terrena: una, que es la última,
hace el papel de macho, la otra el de hembra, en todos los metales.
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viernes, 9 de marzo de 2012

Ciencia en broma y en serio 5


La conservación de la masa o Nada se pierde, todo se transforma.
Antonio de Lavoisier

1
El comedor “Lavoisier”
En Córdoba (de la nueva Andalucía), bien entrados los sesenta, muchos estudiantes íbamos a almorzar a un comedor de precios módicos, ubicado en la calle Obispo Trejo y Sanabria, justo al frente del Rectorado y la Facultad de Derecho. Era una casa particular y de su producido vivía una señora con su familia completa, por lo que la Doña estaba siempre al pié del cañón. De él tengo varios recuerdos, todos gratos.
Recuerdo que uno de los hijos era policía y que hacía una “changa” ayudando como mozo. Tenía unos cuarenta años, pero lo veíamos como alguien muy mayor, a lo que contribuían unos kilos de más y su parsimonia. El tipo era incapaz de pegarle a nadie pero no abandonaba el “palito de ablandar conciencias” ni para trabajar de mozo. También recuerdo al par de hijas/hermanas, de las cuales la más jovencita era objeto de múltiples miradas y deseos, alguno de los cuales, creo, terminó en casamiento.
A la hora del almuerzo eso tomaba un nivel de actividad que no tenía nada que envidiarle a una colmena en primavera. Había discusiones de todo tipo, políticas, de folklore, de lo que fuera, pero la condición tácita era que los temas se matizaran con tono humorístico, lo que lo hacía divertido y nada pasaba nunca a mayores.
También me resulta grato recordar el nombre con que lo había bautizado el ingenio de algún estudiante de Química: Comedor Lavoisier, porque aquí nada se pierde, todo se transforma y, para demostrarlo, ahí estaba el plato insignia de los viernes: las Albóndigas Lavoisier, hechas con los restos del puchero de los lunes y los sobrantes de las demás comidas de la semana.


2
Antoine de Lavoisier (1743-1794)
Científico francés, considerado el padre de la química, que dio con sus trabajos una vuelta de tuerca fundamental al superar las oscuras teorías aristotélicas y de los alquimistas explicando satisfactoriamente la combustión, la formación de óxidos y, sobre todo, implantando el método experimental, la repetición y las mediciones de precisión a los estudios que realizaba.

Su nombre ha quedado asociado al principio de conservación de la masa: (“La materia puede cambiar de forma después de las reacciones químicas, pero el peso total sigue siendo el mismo.” O “Nada se crea, hay una cantidad igual de materia antes y después…”) al que empezó a intuir a los 25 años en un trabajo donde demostró que el “Agua” no se convertía en “Tierra” hirviendo y haciendo evaporar agua en varios recipientes y pesando los residuos que obtenía junto al agua que se evaporaba.
“Agua”, “Tierra”, “Fuego” y “Aire” eran los cuatro elementos que formaban todos los demás al mezclarse en diferentes proporciones en la larga noche aristotélico-alquimista.

En él confluyeron, y los supo interpretar, una gran cantidad de trabajos de colegas insignes (Becher, Stahl, Scheele, Priestley, Boyle, Cavendish, Laplace y otros) que venían estudiando el calor y la combustión.
Hasta ese momento la teoría más satisfactoria –a la que el mismo Lavoisier adhería en su comienzos- era la existencia del flogisto, sustancia mitad material mitad mágica, que los cuerpos dejaban escapar cuando se quemaban. Pero, obsesivo como era y, aplicando la balancita de precisión hasta el cansancio, encontró que los metales aumentaban de peso al quemarse y… ¡algunos disminuían!.

De allí a enterrar para siempre la teoría del flogisto, a bautizar oxígeno (oxi=ácido geno= crear) al aire desflogistizado (que Priestley le contó, durante una cena en 1774, cómo obtenía y al que Scheele había hallado, solito con su alma, en un pequeño laboratorio de farmacia) y poner en marcha la química moderna había un solo paso: un paso inmenso como el que dan los gigantes como él.
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viernes, 2 de marzo de 2012

El cementerio de Praga - Escritores glotones

Relaciones carnales entre la literatura y la gastronomía

Usted se concentra en la novela, trata de encontrarle su ritmo y, de pronto, todo se corta y el autor le zampa una receta de cocina. Me pasó con El cementerio de Praga de Umberto Eco, pero podría haber sido con cualquier otra.
Ahí nomás contraataqué con varias hipótesis tendientes a denostar el tópico: “necesitan completar cierto número de páginas”, “no encuentran otra manera de fechar o fijar la acción en el tiempo”, “es un recurso demagógico para ganar la adhesión del lector”, “quieren hacerse los modernos y estar a la moda” o “debe ser un tema de escritores gordos o glotones”.
Una a una fueron cayendo en discusiones con amigos, las dos últimas demolidas con este comentario: “Hace más de cinco o seis siglos que se usa ese recurso; lo utilizó Bocaccio, cuya silueta no recuerdo y un tal Cervantes lo gastó a destajo en El Quijote desde la primera página. Que yo recuerde, ni él ni su personaje eran muy gordos que digamos.”
Al final de aquellas controversias literarias terminé reconociendo que el entramado de la literatura con la gastronomía es tan amplio e interesante que vale la pena meter la nariz en él y, si es posible, comerse algunos bocaditos.
Hay algunos blogs que se ocupan del tema en forma exquisita. Entre ellos suelo frecuentar:
http://wwwconuqueando.blogspot.com/
http://coneltenedorenlamano.blogspot.com/
http://www.sumitoestevez.com/
Cada uno con su característica nos regala letras y alimentos cocinados en su punto justo.

Volvamos a El cementerio de Praga, novela muy desigual a mi gusto, hasta el capítulo 10 (de 27) es muy atractiva para después diluirse, hacerse aburrida y olvidable. El protagonista es un amante de la buena cocina y hay innumerables recetas y platos citados durante toda la obra.

Un punto saliente del libro, entre tantas recomendaciones culinarias, es la mención al Bicerin. Mezcla de café, leche y chocolate servidos bien calientes en pocillo de vidrio y capas separadas, especialidad de un café legendario de Turín: “…el Caffè al Bicerin, cerca del Santuario de la Consolata,…” Está tan hermosamente descrito que dan ganas de ir de paseo nada más que para tomar uno allí mismo, más aún teniendo en cuenta que el local se inauguró en 1763 y continúa abriendo sus puertas en la actualidad.
Apenas empieza el capítulo 2 el relator confiesa: "Sé que amo la buena cocina: sólo con pronunciar el nombre de La Tour d’Argent experimento una suerte de escalofrío por todo el cuerpo. ¿Es amor?" Lo que sugiere completar el viaje con una escapada a París aunque más no sea para ir al famoso restorán que abrió sus puertas en 1582…
En el capítulo 4, como un recuerdo de su abuelo, pone una receta de la bagna cauda que, las comparaciones son siempre odiosas, está lejos de la que publicó La Pulpera en el 2008 http://lapulpera.blogspot.com/2008/05/bagna-cauda.html
Me parece conveniente ir terminado acá mismo estos divagues porque el presupuesto para el viaje ya se acabó y todavía no hemos sacado, siquiera, el boleto del tren para Francia. Mejor nos quedamos en Turín, el precio del café es accesible y un panini sale bastante menos que un almuerzo en La tour d’argent.
¡Buen provecho!

Para finalizar me permito molestarlos con un par de preguntas:
¿Qué comía Don Quijote los sábados, según se cuenta en la primera página?
¿Alguien tiene una receta o sabe cómo hacer hoy ese plato?
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